Capítulo XI | Luciano (2/3)

Perdido en la realidad y atrapado en los sueños… Así se sentía Angelo cada vez que pensaba en Luciano, un joven apuesto que compartía el mismo gusto por la natación. Angelo, el chico enamoradizo, no olvidaba la vez que lo ayudó en la piscina, siempre lo veía nadar y esperaba ansioso el encuentro en camerinos todos los días después del entrenamiento, a las ocho y cinco de la noche solo para verlo ducharse y con algo de suerte poder saludarlo. Eso le generaba cierta excitación que hacía de ese instante embarazoso un bienestar momentáneo. Aquel deseo impaciente le duró unos meses, dos para ser exactos. Nunca tuvieron una conversación fluida y Angelo quería tenerla, quería saber más de él, conocerlo, el solo hecho de intercambiar miradas y saludos corteses era abrumador.

Hasta que un día pasó, Angelo se animó a entablar una conversación más durable, inacabable si de él dependiera. Se acercó y después de un saludo habitual (pero planeado) lo miró a los ojos con sumo nerviosismo y le dijo:

-¿Qué harás el fin de semana?

-Pelotear con los del barrio. ¿Juegas?

-No nada, si gustas luego vamos por unos tragos.

-Claro, vamos coordinando.

-Perfecto.- respondió Angelo esbozando una sonrisa.

Ese fin de semana fue el día clave. Angelo se acicaló con esmero, no quería denotar que tenía un gusto evidente pero no se podía ocultar el sol con un dedo pues ambos compartirían un grato momento, se conocerían más, aquello inalcanzable podría volverse alcanzable y seguramente se daría cuenta. Todo andaba bien cuando se vieron, pudieron conversar de varios temas; pero algo tenía que pasar, no todo podía ser perfecto, Luciano tenía una realidad que desencantaría a Angelo, pues en ese encuentro se enteraría que el joven atleta andaba casado desde hace algún tiempo con una señorita muy guapa y joven que había conocido en algún viaje de turismo a Europa y que incluso convivían. Angelo no esperaba eso, tuvo que disimular semejante desacierto.

¿Cómo no pudo notarlo?. Era obvio, muy bueno para ser real, esas miradas no indicaban algo necesariamente; todo debió quedar en aquel deseo inaccesible, como siempre lo era con algunos chicos que conocía y llegaba a ilusionarse, con aquellos amores platónicos, imposibles. Angelo, pobre y triste huevón. Además de lo desilusionado que se sentía había dejado notar su claro interés y hasta vergüenza le daba recordar lo atrevido que fue al invitarlo a salir. En ese instante solo quería que no se diera cuenta de sus intenciones. Para no pensar más se sirvió un vaso de vodka y lo tomó todo de un sorbo sin pensarlo.

La noche siguió su rumbo y después de muchos tragos decidieron regresar. Tomaron un taxi fuera del bar; Luciano insistió en dejar a Angelo en casa ya que vivía lejos y no quería lamentar un robo anunciado. El taxi llegó a la puerta; Angelo, ebrio pero consciente aún, pudo contar las monedas para pagar el servicio. Ambos bajaron del carro y Luciano mostrando emergencia preguntó:

-¿Puedo usar tu baño?

-Sí claro-. Angelo no tuvo problema alguno en aceptar.

-Entras al fondo a la derecha- le recalcó.

-Gracias.

De pronto cuando Angelo decidía cerrar la puerta de ingreso luego de encender la luz de su sala, se percató que Luciano se aproximaba lentamente hacia él. No estaba oscuro y las indicaciones para llegar al baño fueron entendibles pensó, así que le preguntó asustado.

-¿Qué pasó?

-Nada, solo quería decirte algo-. Entonces se acercó cada vez más y con aquella mirada perezosa a causa del alcohol, Luciano lo miró y le susurró al oído:

-Hay que divertirnos un poco.

Entonces lo acorraló contra la pared y le robó un beso del cual Angelo no pudo despegarse, pues le gustó, le gustó tanto que dejó llevarse. Esa ocasión que tanto quiso que llegara por fin estaba pasando y no quería pensar en nada más que ese momento, cuando aquellos labios carnosos se relacionaban con los suyos, sintiendo cómo su lengua revoltosa ingresaba por su boca y rozaba sus dientes perfectamente alineados. Aquel aliento a vodka le causaba morbo, fogosidad. Entonces no dudó e inmediatamente decidió tocarle el bulto que marcaba una obvia erección debajo de sus pantalones.

-Te la voy a dar toda- le dijo Luciano.

-Vamos a mi cuarto.

-Te sigo.

Y entonces pasó, Angelo tuvo sexo con Luciano, un sexo libidinoso casi pornográfico del cual embelesaba tener. Pudo sentir cómo su cuerpo se adueñó del suyo por toda una noche pasional, llena de besos caricias y seducción.

-No puedo creer lo que hicimos, ¿y tu esposa, piensas en dejarla?- preguntaba el cándido Angelo.

-No te confundas, me gustas mucho. Pero no puedo dejar a mi esposa, la amo.

-No la respetaste, eso no es amor. Yo ni siquiera debí permitirlo.

-Pero acaso ¿no querías esto?

-No esperaba esto, pensaba que eras completamente gay, ¿Y ahora qué?

-Podemos continuar con esto.

-¿Y vernos a escondidas?. No te pases.

-Quisiera experimentar esto contigo, me gustas desde la primera vez que te vi, mucho antes de que me ayudaras con el agradecido calambre que me dio aquella vez. Dame la oportunidad de conocerte- decía Luciano con mucha persuasión.

Angelo debía tomar una decisión, no es que estaba obligado a hacerlo pero pensaba mucho en no arrepentirse si rechazaba la propuesta de Luciano. Quería vivir experiencias afectivas y así entregarse en cuerpo y alma a un compañero de vida, así que dijo que sí; un sí muy vacilante y temeroso que empezaría con una nueva etapa en su vida moderada, modesta. Angelo, amaría en grande pero tendría que aprender a sobrellevar las condiciones de una historia clandestina y llena de emociones inestables.

(continuará…)

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