Capítulo XII | “Querido Angelo” (3/3)

“Luciano, hace mucho que no sé de ti, espero estés bien. Te extraño ¿sabes?, demasiado, no sabes cuánto, ojalá pueda volverte a ver algún día. Te pienso mucho, todos los días, echo de menos tu rostro, tus besos, todo de ti. No consigo entender cómo amar a alguien puede ser doloroso, lloro de la angustia. ¿Dónde estás?…”

Después de que Angelo aceptara la propuesta de su amado, ambos empezaron una relación clandestina que complacía a ambos ya que era guiada por el deseo y curiosidad de Luciano y el apego emocional de Angelo. Durante los primeros seis meses el tiempo se hizo muy presuroso para ellos, lograron que en lo oculto se despertaran emociones que jamás habían sentido, especialmente por Angelo quien desde hace algún tiempo ansiaba con desesperación vivir una experiencia parecida.

Se veían seguido, muy seguido; después de entrenamiento, en camerinos, además salían los fines de semana (durante las noches) y terminaban en casa de Angelo donde cumplían con todas las fantasías sexuales que pasaban por la mente de cualquiera.

Aquellos momentos eran esperados siempre; encerrados y solos, lograban comunicarse con el lenguaje del sexo, sus cuerpos podían relacionarse sin decirse palabra alguna; esa química no la habían tenido antes. Cada parte de sus cuerpos estaban destinadas a conocerse; No todo era sexo en la relación, ambos compartían admiración y complicidad, más que amantes eran amigos, compañeros. No había duda, estaba escrito que debían conocerse, amarse.

Todo se convirtió en algo exclusivo, Luciano llevaba una doble vida pero Angelo había aceptado ser el amante en la relación para no levantar sospechas. Aunque no todo se podía ocultar.

Un día Melisa, la esposa de Luciano, una mujer joven, atractiva, de buena educación, acostumbrada a tener una vida correcta y feliz de pensar haber encontrado al hombre de su vida (Luciano), tuvo mucha suspicacia por aquellas noches en la que su esposo llegaba tarde siempre y por las amanecidas que se daba los fines de semana, así que decidió seguirlo sin temor a ser descubierta ya que era la esposa y merecía saber lo que realmente estaba pasando, la verdad.

Fue entonces durante la persecución que llegó donde ellos y los vio juntos entrando a aquella casa de fachada oscura como el color de aquella noche. Ella notaba extraña la actitud de los dos, podía habérselo dicho si se trataba de una fiesta con amigos, ella no se molestaría, sí que era buena esposa. Observaba bien desde un carro estacionado al frente, nunca había visto a aquel muchacho delgado, petiso y guapo, de rostro angelical, ¿sería un amigo nuevo del club?, pensó. Hasta que quedó impactada al notar un beso entre ambos, justo antes de entrar a la casa. Confundida y ofuscada cruzó la calle y se dirigió a la puerta.

-¿Esperas a alguien?- preguntó Luciano.

-No para nada.

-Están tocando la puerta con mucha insistencia.

-Debe ser mi vecina, la última vez me visitó de sorpresa por la noche. Aunque es algo tarde son casi las 9pm. Hazme un favor, atiéndela y dile que ahora salgo. Voy a lavarme las manos.

-Está bien, no demores, no me gusta hablar con viejas locas- le dijo Luciano, soltando una risa jocosa mientras le daba un pequeño beso en la frente.

Enorme fue la sorpresa de Luciano al ver el rostro enfurecido de su aún esposa Melissa, quien de una bofetada no lo dejó hablar, defenderse, ni siquiera explicar lo evidente. Luciano, avergonzado salió de la casa con el propósito de solucionar las cosas e inclusive reconquistarla así ella no se lo permitiese. Melissa pasó a ser la mujer burlada en menos de un año. Con justa razón hizo sus maletas para irse fuera del país a vivir con su madre que radicaba en Francia. Es que tarde o temprano iba a pasar, Angelo se culpaba de aquella infidelidad y Luciano estaba dispuesto a recuperar a su familia.

No pasó mucho tiempo para que la relación entre Luciano y Angelo se afecte, y todo se derrumbe, ya no era lo mismo de antes. Casi un año de pura felicidad para Angelo ahora se había convertido en desidia. Luciano no contestaba sus llamadas ni sus mensajes, no iba a nadar, era una situación abrumadora.

Y así fue que pasaron los meses, siete meses sin saber de él, Angelo no obtuvo respuestas, su amado se había esfumado, como por arte de magia y no daba señales de vida. Cansado de enviar mensajes sin respuestas, Angelo decidió seguir con su vida, no habría nada que el tiempo no cure, pensaba siempre. Estaba consciente que de amor no iba a vivir y que debía enfocarse en otras cosas importantes. Fueron noches continuas de soledad y melancolía en su cuarto que terminarían pronto, él pondría de su parte.

Una tarde en el trabajo, Angelo se encontraba en su oficina y recibió un mensaje por correo electrónico, era anónimo así que lo abrió por curiosidad, el mensaje decía:

“Querido Angelo:

No sé cómo empezar a escribir esto pero quiero que recibas unas disculpas sinceras por desaparecer de tu vida, yo tuve que tomar una decisión y debía recuperar a mi familia. Melisa está esperando nuestro primer hijo, ella decidió perdonarme, y ahora radico en Francia.

También te echo de menos. No puedo fingir que no siento nada, ahora estoy apenado, pero decidido y no quiero que me odies por la decisión que tomé. Fuiste alguien muy especial para mí y quiero que te quedes con la alegría que vivimos. La vida continúa. Ojalá algún día pueda volverte a ver feliz como te recuerdo.

Siempre te querré…

Luciano.”

Inmediatamente Angelo cerró el mensaje y lloró, supo que todo había terminado.

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